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sábado, 30 de octubre de 2010

HERNÁNDEZ, Miguel: Elegía


(En Orihuela, su pueblo y el mío,
se me ha muerto como del rayo
Ramón Sijé, a quien tanto quería)
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Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mis desventuras y sus conjuros
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
..
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(España, 1910/1942)
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jueves, 21 de octubre de 2010

CARBAJAL, José: Uruguay, 1943/2010

El intérprete uruguayo de música popular José Carbajal, "El Sabalero", autor de canciones como "Chiquillada", falleció aparentemente de un ataque cardíaco, se informó el jueves. Tenía 66 años.

"Fue un dolor para los uruguayos, es un cantor muy uruguayo, muy de los pagos chicos, muy transmisor de esas cosas que tienen los poetas finos, de poder resumir con palabras muy sencillas la sociedad", dijo el presidente José Mujica, al ser consultado en el departamento de Flores, a 100 kilómetros al norte de Montevideo. Mujica agregó que el recuerdo de Carbajal continuará en la gente. "Va a vivir, va a seguir viviendo en las canciones". Debido a que no pudo inmediatamente establecerse la causa de su fallecimiento los restos de Carbajal fueron trasladados a la ciudad de Pando, a 30 kilómetros al norte donde le realizarán una autopsia, informó la prensa local. En la página de la presidencia, al dar cuenta de su fallecimiento, se informó que el sábado anterior se despidió de su público con la interpretación de la canción "La muerte". También había interpretado "A mi gente" y "La sencillita". En la década del 70 Carbajal alcanzó fama en toda América Latina con el tema "Chiquillada", que también interpretara el cantante argentino Leonardo Favio. Entre 1970 y 1973 vivió en Buenos Aires, y posteriormente pasó por países como México, Francia y España, hasta radicarse en Holanda. "El Sabalero" volvió a Uruguay en 1984, pero en 1992 se regresó a Holanda, aunque mantuvo un grupo musical en Montevideo. En 1998 la cantante argentina Soledad Pastorutti grabó su candombe "A mi gente" en lo que fue un extraordinario éxito. Su disco "La Casa Encantada" es material de estudio en las escuelas primarias de Uruguay. El deceso se conoció en la madrugada. Carbajal estaba solo en su casa de Villa Argentina, en las cercanías del balneario de Atlántida, unos 80 kilómetros al este. Vivió años en el exilio en Holanda, pero se encontraba en Uruguay desde hace un tiempo. En la actualidad venía cumpliendo un ciclo de música en el Café Bar Tabaré, con su show "Buscado", que incluía tangos, milongas litoraleñas y cumbias. El representante de "El Sabalero", Fernando Mino, dijo al diario El País la mañana del jueves que aún "no se sabe nada del velatorio, porque estamos esperando a contactarnos con su esposa, en Holanda, para ver cómo seguimos con esto". "Llegué a buscarlo para un ensayo que teníamos en Montevideo y ahí me lo encontré", relató. Agregó que, según una vecina, ayer "José le había dicho que tenía un dolor en el pecho y en el brazo, pero no sé nada más por ahora". La cantante Cristina Fernández calificó la muerte de Carbajal como "algo espantoso". "No lo podemos creer todavía. Lo más espantoso es que estaba solo allá en Atlántida", dijo. "José fue un tipo increíble conmigo, tuvo unos gestos divinos, muy compañero y solidario". Un grande más se va. (Fuente: TARINGA)



LA MUERTE



miércoles, 13 de octubre de 2010

GIRONDO, Oliverio: Apunte callejero


En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.
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Oliverio Girondo
(de “20 poemas para ser leídos en el tranvía”)

lunes, 11 de octubre de 2010

GALEANO, Eduardo: Cinco siglos de prohibición del arcoiris en el cielo americano


EL OTROCIDIO

El Descubrimiento: el 12 de octubre de 1942, América descubrió el capitalismo. Cristóbal Colón, financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova, trajo la novedad a las islas del mar Caribe. En su diario del Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor. Él no podía cansar los ojos de tanta lindeza en aquellas playas, y el 27 de noviembre profetizó: Tendrá toda la cristiandad negocio en ellas. Y en eso no se equivocó. Colón creyó que Haití era Japón y que Cuba era China, y creyó que los habitantes de China y Japón eran indios de la India; pero en eso no se equivocó.
Al cabo de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado. Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del Progreso.
Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve.
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EDUARDO GALEANO
(de “SER COMO ELLOS y otros artículos”, 1ª ed., Bs. As., Siglo XXI Editores, 2010)

viernes, 8 de octubre de 2010

LINK, Daniel: 12 de octubre de 1976

Como tantos otros, me di cuenta tarde del golpe. En marzo de 1976 yo tenía 16 años, empezaba quinto año de la escuela secundaria y era secretario general del Centro de Estudiantes (cuyo presidente era José Luis López Ibáñez, actual funcionario de Turismo –creo– en el disoluto o inexistente Gobierno nacional) y creía que el golpe de Estado era uno más de la larga lista de sublevaciones militares que habían acompañado mi infancia (“Me acuesto con Illía –así acentuado–, me levanto con Onganía”, era un versito que había aprendido de mi abuela). Ese año nos tocó organizar el acto del Día de la Raza. Yo fui designado para hacer el guión de esa pieza con la cual nos despediríamos del colegio. Entre los textos que se leyeron, había fragmentos del Canto general y de Confieso que he vivido de Pablo Neruda. Entre las canciones que tocaron y cantaron mis amigos músicos de entonces, incluimos ese fragmento de la Cantata Sudamericana que dice: “Otra emancipación, otra emancipación/ les digo yo/ les digo que hay que conquistar/ y entonces sí/ y entonces sí mi continente acunará/ una felicidad, una felicidad/ con esta gente chica como usted y como yo”. La profesora de Historia, la Sra. Silveyra, y otras esposas de coroneles y capitanes responsables de nuestra educación abandonaron el salón de actos de inmediato (lo que, a nuestro juicio, fue un insulto a la bandera de ceremonias). La profesora de Literatura, a quien secretamente yo le dedicaba mis estúpidos poemas de entonces, me convocó para decirme que todos los que habíamos participado de esa conmemoración corríamos, entre otros riesgos, el de ser expulsados del colegio. Nos habíamos transformado en “rojos” que hacían “propaganda subversiva”, no ya por los textos y canciones que elegimos, sino también por el uso del color del telón del teatro de mi colegio. Entonces me di cuenta de que algo más grave que Lanusse estaba sucediendo. Yo era buen alumno y mi beligerancia política se había canalizado hasta entonces en el reclamo de más papel higiénico en los baños y cosas por el estilo. No entendía lo que pasaba. Tampoco entendía lo que pasaba en mi familia, angustiada y dividida por la desaparición de mi primo Fernando Rizzo, con cuyos libros, que le compré años antes a precio de saldo, había armado mi primera biblioteca. Ese 12 de octubre, mis amigos y yo empezamos a entender lo que había pasado, yo empecé a entender lo que significaban los enloquecidos viajes de mi tía a los cuarteles y las cárceles de todo el país tratando de encontrar sin suerte a su hijo, y lentamente nos fue dominando la tristeza de una pseudo-vida vivida a escondidas y el horror de la realidad, que empezaba a atravesarnos. O mejor dicho: nosotros, que abandonábamos el colegio, empezábamos a circular a través de una realidad horrible con la tristeza del testigo de algo de lo que nunca podrá hablar con dignidad.
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Daniel Link nació en la ciudad de Buenos Aires en 1959, es catedrático y escritor. Dicta cursos de Literatura del Siglo XX en la Universidad de Buenos Aires. Ha editado la obra de Rodolfo Walsh (El violento oficio de escribir, Ese hombre y otros papeles personales) y publicado, entre otros, los libros de ensayo La chancha con cadenas, Cómo se lee (traducido al portugués), Clases. Literatura y disidencia y Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes; las novelas Los años noventa, La ansiedad y Montserrat; las recopilaciones poéticas La clausura de febrero y otros poemas malos y Campo intelectual y otros poemas, y su Teatro completo. Es miembro de la Associação Brasileira de Literatura Comparada (Abralic) y de la Latin American Studies Association (LASA). En 2004 recibió la Beca Guggenheim.
En 2007 estrenó su primera obra de teatro, El amor en los tiempos del dengue.
Su obra ha sido parcialmente traducida al portugués, al inglés, al alemán y al italiano.

viernes, 1 de octubre de 2010

FERNÁNDEZ RETAMAR, Roberto: Felices los normales


Felices los normales, esos seres extraños,
los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
los que no han sido calcinados por un amor devorante,
los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
los satisfechos, los gordos, los lindos,
los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
los flautistas acompañados por ratones,
los vendedores y sus compradores,
los caballeros ligeramente sobrehumanos,
los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
los delicados, los sensatos, los finos,
los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.
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Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
que sus padres y más delincuentes que sus hijos
y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

Roberto Fernández Retamar


Poeta cubano nacido en La Habana en 1930.
Se licenció en Filosofía y Letras y luego se doctoró en La Sorbona y en la Universidad de Londres. Fue invitado por la Universidad de Yale para ofrecer un curso sobre Literatura hispanoamericana y dictó conferencias sobre Literatura hispanoamericana en las universidades de Praga y Bratislava.
Además de haber ocupado algunos cargos políticos, ha dirigido las publicaciones Nueva Revista Cubana 1959-60 y Casa de las Américas desde 1965.
Obtuvo el Premio Nacional de Poesía por su libro «Patrias» en 1951, el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, el Premio Internacional de Poesía Nikola Vaptsarov de Bulgaria, el Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde, de Argentina, el Premio de la Crítica Literaria por «Aquí» en 1996 y la Medalla oficial de las Artes y las Letras, otorgada en Francia, en 1998.
De su obra poética también merecen destacarse: «Vuelta de la antigua esperanza», «Con las mismas manos», «Buena suerte viviendo» y «Qué veremos arder».