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miércoles, 29 de agosto de 2012

BIRMAJER, MARCELO: LA PIEDRA NEGRA




Otra cosa que me pasaba de chico es que perdía todos los útiles de la cartuchera, y a veces la cartuchera también. Mis padres debían comprarme cada día un nuevo lápiz, una nueva goma o un nuevo compás (¿todavía siguen usando compás y transportador en la escuela?), y una cartuchera por semana. Yo creo que existen  ciertas personas cuya atención solo puede ser atrapada por algunos hechos muy llamativos, y no les queda atención para ninguna otra cosa. Es el día de hoy que sigo perdiéndolo todo: los lentes de sol, el control remoto del televisor, una ojota, los papeles donde anoto las direcciones en los viajes. Por eso, me paso buena parte de la vida buscando. Es curioso, porque por un lado debo buscar objetos -llaves, la agenda, una tarjeta-, pero también busco historias para contar, busco sabiduría en las historias de otros escritores, y busco la verdad. ¿Qué es la verdad? Bueno, cómo debe vivir uno para sentirse completo, qué es el bien y qué es el mal, qué es el alma... En fin. Del mismo modo que no busco una sola cosa material: buscando el control remoto encuentro las llaves, buscando la agenda encuentro la lapicera, etcétera; tampoco busco una sola cosa cuando busco las demás: en busca de una historia puedo encontrar un consejo, o en la persona más inesperada puedo encontrar una buena historia. La actitud del buscador siempre debe ser un poco distraída: no sea cosa que por buscar con demasiada atención una sola cosa se pierdan muchas otras.
No sé si mis reflexiones les están resultando lo suficientemente claras; de modo que, por las dudas, como siempre, contaré una historia. No necesariamente porque mi historia vaya a dejar del todo claro el asunto de los buscadores, sino porque, si no queda del todo claro, al menos habrán disfrutado de un cuento.
Cierta mañana de enero me hallaba caminando con mi padre por las playas de Miramar. Yo debía tener doce años. Como mi piel nunca se ha llevado bien con el sol, acostumbraba pasear por la playa a horas muy tempranas. Siete y media u ocho de la mañana, para poder disfrutar del mar y el cielo a pleno sin convertirme en un piel roja. El mar en las primeras horas del día es un espectáculo distinto: las aguas son plateadas, y la espuma es más blanca. El cielo es de un celeste discreto, como si estuviera apareciendo por primera vez. La brisa marina es fría, pero es un frío hospitalario. Mi padre caminaba silencioso, con las manos entrecruzadas tras la cintura; y yo zigzagueaba entre los restos de las olas y la arena húmeda. De pronto, mi padre se detuvo y vi que su mirada se clavaba en un punto de la arena húmeda. Inclinó apenas la espalda y recogió algo del suelo. Me lo mostró.
Era una piedra negra. Una piedra ovalada como un camafeo, reluciente y lisa. Era tan negra que parecía la matriz del color negro, el modelo del que se había partido para luego ir distribuyendo los matices del negro por el resto de los objetos.
Mi padre me mostró la piedra.
—Tal vez no haya ninguna piedra como esta en todo el mundo —dijo—. Está aquí tirada, y a nadie le interesa. Pero tal vez sea la piedra más negra del mundo, y tal vez no haya ninguna otra piedra igual. En ese caso, valdría más que el oro.
Yo extendí la mano para que depositara allí la piedra negra; pero mi padre, con una agilidad que pocas veces le he visto, llevó su brazo y su mano hacia atrás y lanzó la piedra más allá de las olas, al centro del mar.
Desde entonces, busco la piedra negra. Cuando buscaba los útiles, cuando busco el control remoto, cuando busco una buena historia o cuando busco la verdad, busco la piedra negra. ¿Y qué significa la piedra negra? Lo sabré si alguna vez la encuentro.


(Argentina, 1966)

"La piedra negra" de Marcelo Birmajer, en: El compañero desconocido (diez recuerdos inventados), Editorial Alfaguara.

martes, 28 de agosto de 2012

AL LECTOR


"Lector: procura tener siempre a mano una buena colección de cuentos, y después de tu jornada habitual, pasadas las horas en que el mundo ha sido para ti profesión, familia y país, entrégate a la aventura de realizarte a ti mismo en una tierra exótica, en una época remota, en el esclarecimiento de un crimen o en un relato de ciencia-ficción. Vive durante unos minutos del cuento, aunque esto parezca ser poco recomendable a los ojos de las personas laboriosas y serias; esos hombres a los que suelen llamar 'realistas', quienes nunca han pensado en serio y laboriosamente acerca de la realidad. Hazlo así, y yo te aseguro que luego volverás a tu mundo -a tu profesión, a tu familia, a tu país- más nuevo y animoso, más joven; si me permites decirlo con la solemnidad y la ironía de los que saber usar el haz y el envés de las palabras: más eterno".

Laín Entralgo
(España, 1908/2001)

(extraído de GIARDINELLI, Mempo: Así se escribe un cuento (Historia, preceptiva y las ideas de veinte grandes cuentistas), Bs. As., Capital Intelectual, 2012)

sábado, 18 de agosto de 2012

HEREDIA, VÍCTOR: MUERTE DE TUPAC-AMARU


PELEAMOS EN VILCABAMBA
EN CONTRA DEL EXTRANJERO.
YA HABÍA PERDIDO MI HERMANO
SU FE EN CONSEGUIR VENCERLOS.

TITU-CUSI ERA SU NOMBRE
Y COMANDÓ LA REBELIÓN
PERO PRESA DE LA FIEBRE
ENTREGÓ SU CORAZÓN.
 
TUPAC-AMARUC ES MI NOMBRE
Y ASUMO ENTONCES EL MANDO,
MANCO-INCA FUE MI PADRE,
SU SANGRE GUÍA MIS MANOS.

POR AMÉRICA RESISTO,
POR AMÉRICA ME MUERO,
 POR AMÉRICA MI VIDA
ME ARRANCARÁ EL EXTRANJERO.
 
EL ESPAÑOL QUE ME MATA
NO SABE QUE ESTÁ CORTANDO
LA CABEZA QUE MAÑANA
CANTARÁ EN UN CANTO ETERNO.

SE MUERE EL ÚLTIMO INCA,
TUPAC-AMARUC SE MUERE.
TODO EL CUZCO SE DESANGRA
POR MI CABEZA EN LA PICA.

PACHACAMAC ME RECIBE
PARA PREPARAR MI TRAJE.
YO VOLVERÉ CON LOS MÍOS
A REPARAR EL ULTRAJE.
 
POR AMÉRICA RESISTO,
POR AMÉRICA ME MUERO,
POR AMÉRICA, LO JURO,
NUNCA DETENDRÉ MI VUELO.
 
TUPAC-AMARUC ES MI NOMBRE
MI SANGRE Y MI CANTO ETERNO
TUPAC-AMARUC NO HA MUERTO
¿QUIÉN PUEDE MATAR UN SUEÑO?

Argentina, 1947
(de su obra “Taki Ongoy”)



viernes, 10 de agosto de 2012

CADÍCAMO, ENRIQUE: LOS MAREADOS



Rara… 
como encendida 
te hallé bebiendo 
linda y fatal... 
Bebías 
y en el fragor del champán, 
loca, reías por no llorar... 
Pena 
me dio encontrarte 
pues al mirarte 
yo vi brillar 
tus ojos 
con un eléctrico ardor, 
tus bellos ojos que tanto adoré... 

Esta noche, amiga mía, 
el alcohol nos ha embriagado... 
¡Qué importa que se rían 
y nos llamen los mareados! 
Cada cual tiene sus penas 
y nosotros las tenemos... 
Esta noche beberemos 
porque ya no volveremos 
a vernos más... 

Hoy vas a entrar en mi pasado, 
en el pasado de mi vida... 
Tres cosas lleva mi alma herida: 
amor... pesar... dolor... 
Hoy vas a entrar en mi pasado 
y hoy nuevas sendas tomaremos... 
¡Qué grande ha sido nuestro amor!... 
Y, sin embargo, ¡ay!, 
mirá lo que quedó... 

(Argentina, 1900/1999)




domingo, 5 de agosto de 2012

QUINTERO, DANIEL: TRABAJO DE GAVIOTA



Ella,
todos los días
sin que nadie lo percibiera,
derrumbaba fronteras con sus alas.
Mañana,
cuando amanezca,
en la playa fusilarán a la gaviota.
¿El delito…?
Contrabandear poesía de costa a costa

Daniel Quintero
(Argentina, 1959)

Daniel Quintero nació en Buenos Aires en 1959 pero reside desde los 28 años en Tierra del Fuego. Obtuvo varios premios por su labor poética. Sus publicaciones: Después de una larga noche y Mensaje de náufragos. Algunas de sus obras están reunidas en la 2ª Antología fueguina de cuento y poesía (1989). Este poema fue tomado de Páginas con Patagonia, Antología de María Teresa Forero, Aique Grupo Editor, Buenos Aires, 1992.